19 febrero, 2015

Concierto de MUSETHICA en el Centro Fogaral

   
  La expectación  era grande. Las mujeres fueron llegando al Centro puntualmente y enseguida se dieron cuenta de  que el ambiente era diferente al  de otros días. Desde la entrada se escuchaban ya  los sonidos de los instrumentos, se dirigieron a la sala de actividades y vieron que ésta se había transformado en una pequeña sala de conciertos;  allí los músicos afinaban las violas y el chelo, se preparaban para la actuación.
     Fueron ocupando los asientos con una sonrisa, experimentando el placer que produce esa espera, se miraban y hablaban entre ellas, atentas a todo y,  poco a poco,  pasaron de la expectación a la certeza  ¡un concierto para nosotras!;  el ambiente se iba creando en la sala, los intérpretes  fueron colocando  los atriles y partituras en el escenario y, poco después, ellos mismos con sus instrumentos;  cada uno en su lugar.
     Se fueron apagando las voces y, tras la presentación y la introducción de la primera obra, se inició el concierto. La música surgió como un milagro  esparciéndose por la sala; las mujeres  escucharon en silencio,  dejándose atrapar por ella, olvidando problemas y preocupaciones. Sus caras expresaban atención, asombro, alegría. Estaban muy cerquita de los músicos, podían escuchar su respiración, observar los movimientos que realizaban con el cuerpo, su gesto al tocar sus instrumentos, todo en armonía para expresar la música. Supieron  percibir lo que  ésta les transmitía y les hacía sentir, como comentó  una de ellas “esta música nos ha llevado a otro sitio, a otro  lugar”.
      Se creó un espacio de belleza donde se sintieron protagonistas. Para las mujeres era una experiencia nueva, nunca habían estado en un concierto, nunca habían tocado para ellas. Cuando terminó,  sus rostros reflejaban admiración, satisfacción y alegría. Se interesaron por lo  que más había llamado su atención: las partituras, los instrumentos, los años de estudio,  las personas que les habían ofrecido ese regalo tan inesperado y gratificante. Hubo mucha cercanía y naturalidad en el diálogo, con risas compartidas y costaba dejar la sala.
      La expresión de las mujeres cuando se marchaban nos  confirmó que   la música clásica es un lenguaje universal,  porque llega a lo más profundo de nuestras emociones, del corazón,  nos cura por dentro y nos ayuda a ser mejores personas.

Texto enviado por el Centro Fogaral

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