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08 junio, 2020

Caridad en tiempos revueltos


Comenzamos la SEMANA DE LA CARIDAD con un artículo de nuestro consiliario. 

Hay un refrán mejicano que dice: “Cuéntale tus planes a Dios y veras como le haces reír”. Un pequeño virus que no sabemos dónde se esconde y que lo ha invadido todo, nos ha hecho cambiar los planes y nos ha dejado, durante mucho tiempo encerrados en casa, parando casi toda la actividad económica. 

Llegamos a la luna, trasplantamos el corazón, el AVE marcha a 350 por hora, vamos venciendo el cáncer… y un bicho pequeño nos devuelve a la realidad. 

Y de repente ha hecho del hombre orgulloso, un humilde y desvalido gusano. 

Hemos descubierto nuestra fragilidad y vulnerabilidad, y se nos ha abierto un futuro más lleno de incertidumbres que de certezas. 

Pero también ha sido un tiempo en el que hemos descubierto a las personas que estaban a nuestro lado, en nuestra propia casa, en el rellano de la escalera y en nuestro bloque y que hasta ahora eran invisibles. Esto no vale para los pueblos pequeños. 


Además, a la hora de afrontar las dificultades ha salido lo mejor de cada uno en la ayuda a los demás. Mascarillas, pantallas, compras, medicamentos, llamadas telefónicas, canciones grupales, aplausos, carteles de “todo ira bien”… 

Lo que hemos hecho es lo que tendríamos que haber hecho antes y tendríamos que hacer después. Tenemos el poder, la posibilidad y la oportunidad, y además el entrenamiento

Hemos abierto las ventanas y balcones para salir al exterior y encontrarnos con los demás. Hemos compartido el dolor y hemos dejado que las vidas de los otros entraran en las nuestras, reflejando así la vida de Jesús de Nazaret, que se conmovió y se comprometió, ante el sufrimiento de los más frágiles y desgraciados. 

Los problemas no han de gobernar nuestras vidas, y donde otros ven dificultades, nosotros hemos de ver posibilidades

Una invitación a ser activista de la CARIDAD, con gestos sencillos, como los que hemos hecho, que reflejen el amor por la vida y el compromiso con los más desfavorecidos. 

En definitiva, a llevar una vida honrada, sobria y solidaria. 

Gonzalo Gonzalvo Ezquerra
Consiliario de CDZ

24 abril, 2019

"Los buitres y las hormigas" por Gonzalo Gonzalvo

Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Es por eso que en esta reflexión quiero que os podáis imaginar dos clases de animales: las hormigas y los buitres.

Todos hemos visto un hormiguero en el campo, sobre todo en el verano, en el que una fila interminable y en orden, acarrean toda clase de alimentos. 


Todas trabajan y circulan casi a ritmo de desfile militar. Cada una aporta algo en beneficio de todas las demás. Todas van a una. Y lo que pasa dentro del hormiguero no lo vemos, pero estará en relación con lo que hacen fuera. Todas trabajando en beneficio de la comunidad. Todas comprometidas para que haya alimentos y la vida pueda seguir. 

La otra imagen que os quiero traer es la de un comedero de buitres, llamado también muladar, donde echaban los cadáveres de los animales. Cuando los buitres bajan a comer la carroña, el primero en hacerlo es el más fuerte, no dejando acercarse a ningún otro hasta que se ha hartado. Después lo harán los demás, quedándose siempre los más débiles en último lugar, mirando desde lejos, y comiendo las sobras, si es que quedan. 

Son dos grupos extremos: las hormigas se comprometen y colaboran y los buitres compiten y se atacan. 

Y ahora viene mi pregunta: nuestra sociedad, ¿A quién se parece más, a las hormigas o a los buitres? Lo dejo a vuestra reflexión. 

Mi respuesta es que en general nos comportamos como una mezcla de los dos. Hay gente que trabaja y se comporta como las hormigas, busca el bien común y se compromete con ello. Y otros, bastantes, que solo buscan lo suyo y no les importa pasar por encima de los demás para conseguirlo, incluso atacando a los otros, como sus rivales. Dejando a los más débiles al margen. 

Nosotros los cristianos y las personas de buena voluntad, estamos llamados a ser hormigas y no buitres. 

Gonzalo Gonzalvo, consiliario de Cáritas Zaragoza. 


Este artículo fue publicado en el Boletín, nº 64 de Cáritas. Puedes descargar aquí el Boletín completo de nuestra biblioteca digital y leer todos los artículos 



23 febrero, 2016

Dejar huella ¿te atreves?

Ya es hora de plantearse "dejar una huella como la de Jesucristo", os dejamos un artículo de nuestro Consiliario, Gonzalo Gonzalvo Ezquerra.  

Toda persona que viene a este mundo deja su huella. Algunos, ya mayores, tenemos en nuestra mente el momento en que Neil Armstrong, astronauta norteamericano, puso su pie en la luna. Y en el polvo lunar se quedó marcada la huella de su bota. 

Y dicen que se quedará ahí para siempre, porque en la luna no hay vida y no hay viento. Cuántas personas, maestros, sacerdotes, médicos, catequistas… han dejado huella por donde han pasado, y después de muchos años, todavía hay gente que los recuerda. Unas veces son sus obras, pero otras lo que se recuerda es su talante, su laboriosidad, su sonrisa.
De Jesús se dice que “pasó por el mundo haciendo el bien” (Hc 10,38). Este sería el mejor epitafio que las personas de bien quisiéramos tener en nuestra tumba.

Si estamos en este mundo es para dejarlo un poco mejor que lo encontramos cuando vinimos a él. Era un pensamiento de Baden-Powell que trató de inculcularlo en el movimiento que fundó, el escultismo. Puede ser un objetivo en la vida para todas las personas.

Dice un refrán africano que cuando mueren los elefantes dejan sus colmillos, el tigre su piel y el hombre su nombre.

Hacer el bien, trabajar por la justicia y por la paz que es su fruto (Is 32,17): esta es la huella que nos pide Dios que dejemos. Y más, concretamente, que vivamos las obras de misericordia que son la puesta en práctica de las bienaventuranzas: dar de comer al hambriento y de beber al sediento, acoger al forastero, visitar y cuidar a los enfermos, vestir al desnudo, visitar y redimir a los presos, acompañar en los duelos.

Y también enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que yerra, perdonar las ofensas, consolar al que está triste, sufrir con paciencia las deficiencias del prójimo y rezar a Dios por todos.

Por ese camino es por el que tenemos que andar si queremos dejar una huella que se parezca a la de Jesucristo.

Una huella que se deja en las personas necesitadas y sufrientes. Que no busca ningún reconocimiento. Una huella que nace de un corazón bueno y agradecido a Dios. Y que no puede hacer otra cosa que regalar el gran amor que uno siente y ha recibido de Dios.

En el camino, que es la vida, hemos de dejar huella, lo más parecida a la huella que Dios ha dejado en este mundo y en nosotros.


Extraído del Boletín nº 58, puedes descargarte de nuestra biblioteca digital el boletín completo y leer todos los artículos.

¡Feliz martes!